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Potencial Peligro de Biberones, Chupetes, Tetillas, Botellas y otros Productos de Uso Masivo


La grave enfermedad sufrida por un perro pastor que enfermó a consecuencia de los estrógenos liberados por un hueso de goma de la marca Friskies ha propiciado una iniciativa judicial sin precedentes. Y es que el bufete Oria, Peña, Pajares & Asociados ha demandado por tal motivo a la empresa Nestlé -como propietaria de la marca y distribuidora- y a El Corte Inglés -como empresa comercializadora- solicitando a los tribunales que cese la comercialización de todos los productos que contengan estradiol -más exactamente 17-beta-estradiol, una de las principales hormonas estrogénicas- y bisfenol A, sustancia química recientemente prohibida en Francia y Dinamarca pero que en muchos otros países –incluida España- está presente en los plásticos de ¡biberones, chupetes, tetillas, botellas y otros muchos productos de uso habitual.


Cada vez más estudios e investigaciones indican que el bisfenol A -sustancia presentes en numerosos productos de plástico como biberones, chupetes, tetillas o botellas de agua y refrescos, entre otros- es peligrosa para la salud por tratarse de un disruptor capaz de alterar el sistema endocrino e interferir con los sistemas hormonales de animales y humanos. Recordemos que se llama sistema endocrino u hormonal al conjunto de tejidos y glándulas encargadas de segregar las hormonas -adrenalina, noradrenalina, insulina, glucagón, melatonina, estrógenos, progesterona, testosterona, etc.- que establecen una especie de red de intercomunicación celular ocupada de controlar la intensidad de las funciones químicas de las células, regular el transporte de sustancias a través de las membranas celulares y, sobre todo, lograr la homeostasis o equilibrio del organismo. Obviamente se trata pues de un sistema muy complejo y cualquier alteración del mismo puede desembocar en problemas patológicos a corto, medio o largo plazo.


Pues bien, hoy se sabe que el bisfenol A (lea en nuestra web- www.dsalud.com- el reportaje que con el título El enorme peligro de algunos envases de plástico publicamos en el nº 112 de la revista) interrumpe algunas de las funciones hormonales dando lugar a patologías muy diversas entre las que se incluyen la obesidad, la diabetes, distintas disfunciones tiroideas, problemas reproductivos y de conducta... y cáncer. Y eso es precisamente lo que ha motivado la demanda presentada por el bufete Oria, Peña, Pajares & Asociados contra dos empresas del renombre de El Corte Inglés -como distribuidora- y de Nestlé -como propietaria de la marca y distribuidora del producto- en un caso de carácter emblemático porque la razón es el envenenamiento de un perro -Pavel se llama- cuya salud resultó gravemente dañada según denuncian al ingerir un trozo de un juguete para mascotas en forma de hueso de la marca Friskies.


Evidentemente el caso es extrapolable a los seres humanos porque como bien explica Román Oria, abogado de la propietaria del animal, “el problema que en realidad se suscita con este caso es la amplia comercialización de plásticos que contienen estrógenos o bisfenol A ya que se utilizan incluso en la fabricación de chupetes, tetinas de biberones, biberones, botellas de agua y refrescos... Es decir, su uso afecta directamente a los humanos y muy particularmente a los niños. De ahí que hayamos ya pedido en la demanda de este caso, aun tratándose de un perro, la retirada del mercado de todos los productos que contengan estrógenos o bisfenol A sean de uso animal o humano. De hecho vamos a presentar en los tribunales algunas muestras analizadas en laboratorio que revelan el alto contenido de estradiol en productos como chupetes, tetinas o biberones. Y probablemente tengamos que ir más allá y analizar los plásticos de las botellas de agua mineral porque todo indica la existencia en ellas de esos componentes nocivos para la salud”.


LA HISTORIA DE PAVEL


El que ya se conoce como Caso Pavel tiene pues como protagonista a un perro pastor alemán de cuatro años y tal nombre. Un buen día el animal comenzó a dar síntomas de estar gravemente enfermo y en pocos días su piel apareció engrosada, ennegrecida y desprovista de pelo. A pesar de ser un perro joven -dos años en el momento de los hechos que han dado lugar a la denuncia- presentaba la apariencia de un animal muy viejo, sin actividad, con canas y muy delgado a pesar de comer bien. Ninguna de las pruebas realizadas en principio por los veterinarios sirvió para encontrar respuestas y el animal siguió empeorando. En mayo del 2009, en un intento de buscar lo aparentemente imposible, se buscaron por primera vez hormonas femeninas. Y, luego por agotar todas las posibilidades, se buscó un tumor en los testículos. El resultado de las pruebas analíticas fue espectacular. Mientras que en condiciones normales de salud los niveles máximos en el organismo no deben superan los 20 pg/ml de 17-beta-estradiol el perro tenía 780 pg/ml en forma de 17-beta-estradiol.


Hablamos de una hormona sexual femenina del grupo de los estrógenos que se sintetiza principalmente en los ovarios -participa en el desarrollo sexual- y en menor cantidad en las glándulas suprarrenales y en la placenta. Y sólo en condiciones patológicas en los testículos.

Cabe añadir que el estradiol, además de un impacto crítico en el funcionamiento sexual y reproductivo, afecta también a otros órganos, incluidos los huesos. De hecho es el más potente de los estrógenos que se producen de forma natural.


Pues bien, detectada la hormona se infirió que al ser macho la causa sólo podía estar en los testículos por lo que el perro fue castrado para intentar atajar el problema. Sin embargo la cirugía sólo sirvió para demostrar que los testículos... no eran la causa. Porque algún tiempo después se constató que los niveles de 17-beta-estradiol seguían siendo altos en su organismo. Los veterinarios, extrañados, se plantearon entonces una rara alternativa como posible causa: que el perro tuviera un ovario. Así que se le volvió a operar, se le abrió y se buscó. Pero no apareció ningún ovario. Ni tampoco resto de tejido anormal alguno. En cambio se encontró en el estómago ¡un trozo de plástico! Luego se constataría que procedente de un hueso de la conocida marca Friskies. Todo indicaba pues que el perro se lo había tragado mientras jugaba. Las veterinarias se limitaron por ello a extraerlo y lo guardaron. Sin más.


Pero resulta que a los pocos días observaron que la goma desteñía y olía mal. Y los dueños del perro quisieron que se analizara aquel trozo de plástico. Un proceso que resultaría arduo porque primero hubo que encontrar un laboratorio que pudiera disolver el plástico para que luego otro pudiera buscar en él hormonas. En todo caso se logró y el resultado final fue tan concluyente como sorprendente: en las dos muestras seleccionadas aparecía estrógeno puro en forma de 17-beta-estradiol. Los veterinarios no albergaron ya dudas: el daño causado a Pavel se lo habían provocado los estrógenos -concretamente el 17-beta- estradiol- que contenía el hueso de plástico de Friskies. Y explicaron a los dueños que muy posiblemente el animal no se recuperara nunca del todo porque la carga de estradiol que había soportado era excesiva.


Pues bien, tal es el origen de la demanda contra El Corte Inglés -lugar donde se adquirió el hueso de plástico- y la multinacional Nestlé, importadora y dueña de la marca.

Cabe añadir que las sospechas del impacto del bisfenol A y los estrógenos en el comportamiento de los animales no son nuevas pero nunca hasta ahora habían sido tan evidentes. “Hace unas semanas un comisionado de la Comunidad Europea –nos diría Coral Mateo, la veterinaria que atendió a Pavel- me pidió que le mandara este caso para presentarlo en Nueva York ante la FDA. Según me contó las focas del Atlántico Norte tienen problemas reproductivos desde hace años que se han agravado este último. Y también en las aves hay serios cambios: varias especies europeas tienen serios conflictos para procrear.


En unos nidos hay dos machos aburridos que no saben qué hacer y en otros hembras con un montón de huevos -el doble para ser exactos- que apenas tienen sitio para ellas. Y perras que no aceptan al macho y machos a los que no les interesan las hembras. Y los peces no sufren mejor suerte. Los ríos europeos están ya tan contaminados con estrógenos que se están provocando hasta cambios de sexo en los peces. El planeta está ‘estrogenizado’”.


EL BISFENOL A


¿Y qué es el bisfenol A (BFA)? Pues un compuesto orgánico que forma parte de los plásticos de policarbonato utilizados por la industria en muchos productos, entre ellos envases de comidas y bebidas. Por ejemplo en las botellas de agua y refrescos, en los biberones, en los chupetes y tetinas o en el revestimiento interior de las latas. Pero también en los discos compactos, en los equipos de seguridad resistentes a los impactos y en numerosos productos sanitarios.

De las siete clases de plásticos utilizados a nivel industrial es la número 7 la que incluye los plásticos con presencia de bisfenol A y resinas epoxi elaboradas a partir del bisfenol A. Y además de en los productos ya mencionados se puede encontrar en el interior de las tapas de las botellas, en algunas vajillas, en las tuberías de abastecimiento de agua, en selladores y compuestos dentales...



Hoy se sabe que cualquiera puede contaminarse a través del aire, el polvo y el agua pero es el bisfenol A de los alimentos y bebidas la mayor fuente de exposición. El bisfenol A, según numerosos investigadores, puede filtrarse a los alimentos desde los recipientes de alimentos, botellas de agua y biberones o bien desde otros productos de consumo como las vajillas de policarbonato. Y también desde los revestimientos internos de protección de resina epoxi de los alimentos enlatados. El grado en que el bisfenol A se filtra depende más de la temperatura a que se ha sometido el líquido, la botella o el envase que de su propia edad.


Por eso su peligrosidad se asocia al uso continuo del microondas para calentar biberones, esterilizar chupetes y tetinas o calentar todo tipo de recipientes. En todo caso su presencia puede ser igualmente consecuencia indirecta del deterioro de los plásticos de policarbonato como consecuencia de las altas temperaturas del lugar o de la que padecen cuando se meten en los lavavajillas.


Lo vergonzoso es que el bisfenol A se ha convertido en un producto químico discutido sólo en los últimos años a pesar de que ya en 1936 -mucho antes de que se utilizara para sintetizar plásticos de policarbonato y resinas a principios los años 50- se demostró que estimulaba el sistema reproductivo de las ratas hembras y, por tanto, podía ser considerado un estrógeno ambiental.


Piénsese que la molécula de bisfenol A actúa como un xenoestrógeno (estrógenos xeno= extraño), un compuesto químico no natural que imita el efecto de los estrógenos; es decir, es un suplantador de hormonas que tiene la capacidad de mimetizar la acción de los estrógenos actuando sobre sus receptores como falsos mensajeros pudiendo dar lugar a desarreglos hormonales, endometriosis, alteración del proceso de la reproducción y disminución de la capacidad reproductiva en el hombre además de poder provocar cáncer. Y lo peor es que son difíciles de eliminar y tienen efecto acumulativo en los organismos vivos.


Inicialmente el Bisfenol A fue considerado un estrógeno “débil” al tener menor afinidad por los receptores de estrógenos alfa pero investigaciones más recientes han demostrado que es igual de potente que el estradiol a la hora de activar respuestas a través de receptores de estrógeno asociados a la membrana celular.


Y que el asunto es ciertamente preocupante lo demuestra que el bisfenol A se ha llegado a detectar ya a niveles biológicamente activos en la orina del 93% de los estadounidenses y en la última década se han hecho ya más de 130 estudios que lo vinculan con muy diversas patologías. Basta citar para refrendarlo algunas de las referencias consideradas más importantes en el ámbito científico.


En el 2007, por ejemplo, un grupo de 38 investigadores independientes financiados por los Institutos Nacionales de la Salud estadounidenses concluyó que hay suficientes evidencias como para pensar que la exposición al bisfenol A puede derivar en cáncer. Siendo cinco las grandes preocupaciones señaladas por ese panel de 38 expertos:


1) La filtración de bisfenol A que se produce desde el revestimiento de resina de las latas de metal y de los envases de plástico de alimentos y bebidas en condiciones normales de uso (también se detecta ya en muestras de agua y el aire).


2) Los niveles de bisfenol A que no se metabolizan y permanecen biológicamente activos son ya detectables en la sangre y tejidos -en personas de diferentes países- a niveles superiores a los que presentan los animales expuestos a las dosis máximas de referencia de la Agencia de Protección Medioambiental estadounidense.


3) El bisfenol A da una amplia gama de efectos adversos -incluso a dosis inferiores a las sugeridas por seguras por la ya mencionada Agencia de Protección Medioambiental- tanto en los animales terrestres como acuáticos.


4) Los resultados obtenidos en estudios in vitro indican que como consecuencia de los niveles de bisfenol A no metabolizados existe un claro potencial de interrupción de las funciones normales en las células, en la sangre y en los tejidos.


5) Está demostrado que incluso a dosis muy bajas el bisfenol A puede ser cancerígeno o aumentar la susceptibilidad al cáncer, al menos en los animales.


“La amplia gama de efectos adversos a bajas dosis del bisfenol Aen animales de laboratorio expuestos a él tanto durante su desarrollo como en la edad adulta -diría en sus Conclusiones el panel de expertos- es un gran motivo de preocupación con respecto a la posibilidad de efectos adversos similares en seres humanos. Recientes tendencias en enfermedades humanas parecen relacionarse con los efectos adversos observados en animales de experimentación expuestos a dosis bajas de bisfenol A. Ejemplos específicos son el aumento del cáncer de próstata y mama, anomalías urogenitales en bebés varones, disminución de la calidad del semen en los hombres, inicio temprano de la pubertad en las niñas, trastornos metabólicos como resistencia a la insulina, diabetes tipo 2 y obesidad o problemas neuroconductuales como Déficit de Atención con Hiperactividad. Hay amplias pruebas de que los resultados pueden no ser evidentes hasta mucho después de la exposición al bisfenol A durante las primeras etapas del desarrollo”.


ESTUDIOS Y MÁS ESTUDIOS... PERO POCAS PROHIBICIONES


El 3 de septiembre de 2008 el National Toxicology Program publicó un informe en el que se mostraba una "cierta preocupación" ante la posibilidad de que los actuales niveles de exposición al bisfenol A de fetos, bebés y niños puedan provocar cambios en el desarrollo tanto de su próstata como de su cerebro disminuyendo las conductas de dimorfismo sexual. En la escala utilizada por ese organismo "cierta preocupación" representa el punto medio de una escala de cinco niveles de preocupación que van de "insignificante" a "grave". Un nivel inferior -"preocupación mínima"- se expresó también sobre posibles cambios en el desarrollo de las mamas y en la aparición de la pubertad a una edad demasiado temprana.

Las evidencias, en suma, crecen y crecen. Y cada vez son más los investigadores críticos con la postura oficial. Ángel Nadal, por ejemplo, coordinador de la Unidad de Fisiología Celular y Nutrición del Instituto de Bioingeniería de la Universidad Miguel Hernández y reconocido experto en Química y trastornos endocrinos, ha publicado recientemente un estudio titulado El bisfenol A altera el páncreas endocrino y la homeostasis de la glucosa en sangre en el International Journal of Andrology.


“Lo que hemos probado –explica en él Nadal- es que el bisfenol A altera la función del páncreas endocrino e induce resistencia a la insulina en ratones y eso aumenta el riesgo de padecer diabetes tipo II sobrevenida, no de nacimiento”.


El Dr. Carlos Washington, presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición Clínica, también considera nocivo el bisfenol A incluso a dosis mínimas: “Si las botellas o biberones son calentadas en un microondas o simplemente permanecen al sol o en condiciones de almacenamiento con elevadas temperaturas –afirma- la liberación de bisfenol A aumenta de manera importante”.


Según un estudio coordinado por David Melzer en el Reino Unido el bisfenol A podría provocar incluso problemas cardíacos. Por su parte, Braum y su equipo publicaron el año pasado un trabajo titulado Prenatal bisphenol A exposure and early childhood behavior que relacionó la exposición al bisfenol A en bajas dosis a problemas de comportamiento en niños de dos años; especialmente entre las niñas.


Y los estudios citados no son más que meros ejemplos recientes ya que la lista de investigaciones que apuntan en el mismo sentido es interminable. Lista que aumenta año tras año.


Lo inconcebible -e intolerable- es que a pesar de que se siguen haciendo año tras año más y más investigaciones que aconsejan la prohibición rotunda e inmediata del bisfenol A las agencias reguladoras nacionales e internacionales sigue dando excusas y protegiendo a la industria.


La FDA, por ejemplo, dictaminaría en el 2008 que el bisfenol A es seguro para los niños. Y fue tal la avalancha de críticas que se vio obligada a realizar una nueva revisión. Y ya en enero de este año no le ha quedado más remedio que reconocer que hay “motivos de preocupación”. En su página web puede leerse al respecto: “Ante los resultados obtenidos en estudios recientes- en los que se han utilizado nuevos enfoques para probar los efectos sutiles del bisfenol A- tanto el Programa Nacional de Toxicología de los Institutos Nacionales de la Salud como la FDA muestran cierta preocupación por sus posibles efectos en el cerebro, el comportamiento y la próstata de fetos, bebés y niños pequeños (…) La FDA apoya por ello las recomendaciones del Departamento de Salud y Servicios Humanos para la Alimentación Infantil y la Preparación de Alimentos de reducir la exposición al bisfenol A”.


Es decir, que la FDA admite el potencial peligro del bisfenol A pero no se decide ni a prohibirlo -alegando que aún no hay suficientes pruebas científicas para tomar esa decisión- ni a obligar a los productos que lo contienen a indicar que lo llevan. La misma posición que ha decidido mantener la Agencia de Seguridad Alimentaria ignorando los numerosos estudios existentes.

Afortunadamente algunos gobiernos han comenzado a tomar medidas por su cuenta. En marzo de 2010 el Gobierno de Canadá prohibió la importación, venta y publicidad de biberones de policarbonato aunque decidió que puede estar presente en otros productos que se fabrican con él como envases de plástico, botellas de agua reutilizables, botellas deportivas, equipos deportivos, dispositivos electrónicos, CDs, DVDs o automóviles. También Francia y Dinamarca decidieron a comienzos del pasado verano prohibir el bisfenol en los biberones.


En Dinamarca de forma temporal pero en Francia la decisión es permanente y además el Gobierno estudiará el año que viene si se debe o no prohibir el uso de bisfenol A en todos los productos. Y es que en la propuesta de Proyecto de Ley presentada al Senado francés se lee: "Algunos estudios han demostrado que el químico actúa como un disruptor endocrino e incluso han establecido vínculos entre el bisfenol A y los cánceres de próstata y mama, la obesidad, la diabetes y las disfunciones tiroideas así como problemas conductuales y reproductivos". Por su parte, el Gobierno danés, en una declaración realizada al respecto, manifestó: "Basándonos en una nueva evaluación del National Food Instituteen la Technical Universityintroducimos una prohibición temporal nacional sobre el Bisfenol A en los materiales que están en contacto con los alimentos para niños de 0-3 años de edad el 1 de julio de 2010.".


También el pasado verano el estado de California aprobó el Proyecto de Ley AB797 que prohíbe el uso del bisfenol A en envases con potitos, envases de leche y biberones diseñados para bebés menores de tres años de edad. Su patrocinador, el senador Fran Pavley, calificó el actual debate como "una lucha de David contra Goliat" denunciando que la industria ha invertido enormes cantidades de dinero en una fuerte campaña de cabildeo (gestionar con “maña” para ganar voluntades según el diccionario)- contra la medida felicitándose de que al final la mayoría de la asamblea fallara “a favor de los niños y de la ciencia”. California es ya el tercer estado norteamericano que lleva a cabo la prohibición pues Connecticut y Minnesota fueron los primeros en prohibir el bisfenol A en los envases de comida y bebida para niños menores de 3 años. A la lista se han sumado las ciudades de Chicago y Nueva York.


En cualquier caso, más allá del debate científico y mientras esperamos que la lista de países que apuestan por prohibir el bisfenol A siga aumentando, lo único que nos queda a los ciudadanos es prevenir. Y en ese sentido bueno será tener en cuenta las recomendaciones del National Toxicology Program a los padres y cuidadores preocupados por la posible exposición de bebés y niños al bisfenol A. Que son éstas:


- No usar envases de plástico de policarbonato en el microondas.

- Comprobar si los envases de policarbonato vienen señalados con el número 7 pues son los que suelen contener el bisfenol A.

- Reducir al mínimo el consumo de alimentos enlatados.

- Optar siempre que sea posible por el vidrio, la porcelana o el acero inoxidable; en particular con los alimentos y líquidos calientes. Y, sobre todo,

- Utilizar biberones que no contengan bisfenol A.


A la hora de hablar de los peligros medioambientales para la salud es preciso tener en cuenta que al bisfenol A hay que sumarle el impacto negativo de otros muchos disruptores endocrinos que están hoy entrando en nuestro cuerpo como los pesticidas clorados presentes en muchos alimentos vegetales, los alquilfenoles que a menudo hay en el agua o las dioxinas e hidrocarburos aromáticos que respiramos constantemente. Al igual que el bisfenol A los ftalatos alteran la función hormonal normal al imitar al estrógeno. Se utilizan para producir plástico suave y flexible encontrándose en una amplia gama de productos de consumo como botellas de plástico, vasos, juguetes (incluidos los juguetes de la dentición de los bebés), cosméticos, acondicionadores para el cabello y fragancias. Los ftalatos normales inhiben la unión a receptores de estrógeno y suprimen los andrógenos masculinos.


En las niñas los talatos pueden causar pubertad precoz y un mayor riesgo de cáncer de mama más tarde. Los fetos masculinos en el primer trimestre del embarazo parecen ser particularmente vulnerables a los daños causados por los ftalatos que pueden causar testículos no descendidos, hipospadias y, posiblemente, mayor riesgo de cáncer testicular. En los adultos los ftalatos se han vinculado a la disminución de espermatozoides en el esperma y al cáncer de mama.


BATALLA LEGAL


Obviamente la falta de acuerdo sobre la necesidad de prohibir los productos que contengan disruptores endocrinos no es sino un reflejo más de la batalla continúa que la industria -en este caso la del plástico- con la colaboración de lobbys de científicos y políticos está siempre dispuesta a dar en defensa de sus beneficios inmediatos. Lo vivimos con el tabaco y el amianto, y lo sufrimos ahora con las radiaciones electromagnéticas y los fármacos. Sin embargo los disruptores endocrinos se han convertido en una de las mayores amenazas a la salud en estos inicios del siglo XXI. Su falta de regulación, su presencia en objetos de uso cotidiano y su importante grado de impacto en las primeras etapas de desarrollo -en las que bebés y niños están más expuestos a ellos- convierte por ello la demanda en una de las luchas más importantes de las últimas décadas en los tribunales. “Se trata –nos diría Román Oria- de proteger la salud del ciudadano, de los animales domésticos y del medio ambiente”.


Por lo que se refiere directamente a la situación de las mascotas se pide que se consideren los juguetes para animales domésticos en forma de huesos comercializados con la marca Friskies “un producto inseguro y defectuoso” por contener 17-beta-estradiol y, por tanto, se indemnice a los dueños de Pavel por los daños, tanto materiales como morales. Además se solicita que se amplíe la calificación de “inseguros” y “defectuosos” al resto de productos de la marca Friskies por la misma razón y se pide que los demandados los retiren del mercado y dejen de vender sus juguetes para mascotas, huesos artificiales y demás juguetes de plástico-caucho.


Es más, los abogados piden al tribunal que se declaren “inseguros” y “defectuosos” todos los productos que contienen bisfenol A y, por consiguiente, se retiren del mercado sean de caucho, plástico o material sintético. O, en su defecto, que en todos ellos se advierta claramente de la presencia del bisfenol A y de sus posibles efectos.


Y para lograrlo la representación legal de la propietaria de Pavel ha solicitado la celebración de un juicio ordinario contra El Corte Inglés y Nestlé además de una sentencia declarativa. “Los pronunciamientos judiciales que se piden –añadiría Román Oria- son amplios y no sólo se limitan a una declaración que diga que determinados productos son defectuosos sino que se prohíba la fabricación y comercialización de todo producto que contenga estrógenos o bisfenol A. Si tal pronunciamiento judicial se consigue cuando sea firme la sentencia tendrán que desaparecer del mercado”.


Terminamos recordando que no es fácil relacionar de forma directa un producto químico concreto con un problema de salud específico sobre todo cuando de la exposición a bajas dosis pueden derivarse efectos muy variados y éstos aparecer con mucha posterioridad a la etapa de exposición pero el hecho de que los fetos y embriones cuyo crecimiento y desarrollo es controlado activamente por el sistema endocrino sean más vulnerables a la exposición y corran el riesgo de sufrir problemas de salud que les afectarán el resto de su vida debiera hacer recapacitar a la Justicia allí donde de momento se muestran remisos los políticos.

La demanda fue admitida a trámite el 25 de mayo de 2010 por el Juzgado de Primera Instancia nº 5 de Gijón y en estos momentos se encuentra en la fase de dar conocimiento a las partes, resolver obstáculos procesales y presentar las pruebas.


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Un precedente indeseable


En 1933 un laboratorio inglés dedicado a la síntesis de químicos desarrolló el dietilestilbestrol (DES), un producto que poseía acción estrogénica y la industria farmacéutica usó como anabólico para el engorde de ganado además de como medicamento. Luego, a partir de la década de los 40 del pasado siglo XX, se prescribió a mujeres con amenaza de abortos espontáneos en el primer trimestre de gestación. Al recibirlo –aseguraba la empresa que lo comercializó- el embarazo no se interrumpía y el bebé nacía en buen estado de salud. Sin embargo en 1971 los investigadores encontraron que las mujeres que habían sido expuestas al DES antes de nacer tenían una probabilidad mayor de desarrollar un cierto tipo de cáncer de vagina y de cuello del útero llamado adenocarcinoma de células claras. Y como consecuencia se prohibió su uso médico y se clasificó como causa de cáncer.


Pues bien, actualmente son aún muchos millares los “hijos del DES” que visitan los consultorios médicos arrastrando diversas patologías. El riesgo de cáncer de mama entre las mujeres que lo tomaron durante el embarazo aumentó un 30 %. Y una de cada tres hijas cuyas madres tomaron DES tienen hoy problemas con su sistema reproductor habiendo aumentado el riesgo de no poder quedarse embarazadas, perder un bebé o tener un bebé antes de tiempo.

Y lo que son las “coincidencias”: fue en el mismo laboratorio donde se elaboró el DES donde se sintetizó en 1930 el bisfenol A.


Es de esperar pues que a la vista de lo que hoy se sabe se aplique en los tribunales el Principio de Precaución y no se siga esperando a que ocurra con el bisfenol A (BFA) lo mismo que ocurrió con el dietilestilbestrol (DES)

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