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Mi Amigo El Cerdo

Actualizado: 3 oct 2018


Desde hace muchos años me han venido pidiendo que escriba algo sobre la peligrosidad de la carne de cerdo, es decir sobre las sutoxinas o venenos y factores tóxicos propios del porcino. Más de una vez me senté a hacerlo pero tres cosas me hacían retroceder : 1º.- la dimensión del trabajo y mi escasez de tiempo, 2º.- el hecho de que por ser esta problemática practicamente desconocida en occidente yo no sabía por donde empezar y 3º.- un cierto temor por verme envuelto en una lucha “encarnizada” y “cochina” contra una propaganda dirigida en pro de intereses económicos que poco o nada tienen que ver con la salud del pueblo.


En una charla casi familiar no se pueden exponer detalladamente todos los puntos de vista de verdadera importancia. A pesar de ello, me he decidido a poner a su disposición este boletín para que algunos tengan la posibilidad de enterarse como pueden mantener o recuperar la salud observando la prohibición facultativa de consumir carne o productos del cerdo.


MI AMIGO EL CERDO


CARNE DE CERDO Y SALUD

Por el Dr. HANS HEINRICH RECKEWEG


Desde hace muchos años me han venido pidiendo que escriba algo sobre la peligrosidad de la carne de cerdo, es decir sobre las sutoxinas o venenos y factores tóxicos propios del porcino. Más de una vez me senté a hacerlo pero tres cosas me hacían retroceder :


1º.- la dimensión del trabajo y mi escasez de tiempo, 2º.- el hecho de que por ser esta problemática practicamente desconocida en occidente yo no sabía por donde empezar y 3º.- un cierto temor por verme envuelto en una lucha “encarnizada” y “cochina” contra una propaganda dirigida en pro de intereses económicos que poco o nada tienen que ver con la salud del pueblo.


En una charla casi familiar no se pueden exponer detalladamente todos los puntos de vista de verdadera importancia. A pesar de ello, me he decidido a poner a su disposición este boletín para que algunos tengan la posibilidad de enterarse como pueden mantener o recuperar la salud observando la prohibición facultativa de consumir carne o productos del cerdo.


Tengo que empezar nombrando a los fundadores de grandes culturas tales como Moisés, los profetas y Mahoma. Estos seres que supieron influenciar fundamentalmente en el nivel cultural de sus épocas, reconocieron los mandatos de la naturaleza y sobre ellos basaron sus leyes. Yahvé, el Dios de los judíos es idéntico a las leyes naturales, las cuales no es aconsejable infringir. Su violación trae con seguridad biológica “la enfermedad como castigo”.


Especialmente peligrosa es la ingestión de la carne del cerdo y sus derivados en regiones tropicales. Es claramente reconocible en muchas aldeas y lugares africanos, que teniendo el mismo clima que sus inmediatos vecinos islámicos, pero con una civilización de predominio occidental, presentaban todas las enfermedades típicas de los comedores de cerdo. La población que vivía de acuerdo a las leyes del Islam permanecía sana, mientras que los vecinos se quejaban de enfermedades “propias de la civilización” según sus médicos y entendidos. Lo mismo pasa con los diversos grupos humanos que pueblan el terreno del HUNSA en el Himalaya (Bircher). Estas personas que no ingieren ninguna clase de carne son sanas y trabajan hasta muy avanzada edad, asombrando con su fuerza y su vigor a las numerosas expediciones que los visitan. Los habitantes del otro lado del valle, también HUNSAS pero no ceñidos a las leyes islámicas en cuanto a costumbres dietéticas y de comportamiento, están plagados de las enfermedades más comunes.


No me sería posible decir estas cosas en la Arabia Saudita, El Cairo, Pakistán, Argelia, Tunicia, Libia o en cualquier otro estado donde el Islam ejerce en forma real su dominio religioso, pues con razón se me diría que lo que quiero exponer se conoce, observa y obedece desde hace MILENIOS.


Es conocido de muchos el hecho de que no solo los mahometanos sino también los judíos viven “en sentido religioso” bajo la más estricta prohibición del consumo de carne o de cualquier otro producto que provenga del cerdo. Naturalmente hay quienes no obedecen; ellos en su ignorancia, alegan que los sacerdotes y rabinos consideran el asunto como una medida higiénico- religiosa, especialmente debida al contenido de triquinas de la carne porcina. Esto de ninguna manera es así.


EFECTOS DE LA CARNE DE CERDO.


Empecemos con un gran experimento involuntario del cual dieron testimonio fidedigno numerosos colegas que tomaron parte en la dura prueba. Durante la segunda guerra mundial en la famosa campaña del norte de Africa bajo el mando del Mariscal Rommel, se enfermaron muchos soldados alemanes de “úlceras tropicales”. Estas eran fétidas ulceraciones de las piernas que realmente los inutilizaban para la lucha. La permanencia en lazaretos era larga y finalmente debían ser trasladados a zonas de clima más benigno. Después de agotar todas las medidas terapéuticas ortodoxas se pensó que quizás la alimentación de la tropa tenía algo que ver con este penoso asunto. Los nativos no las presentaban y comparativamente lo único que no consumían era cerdo. Se procedió a eliminar de la dieta dicho alimento y las lesiones desaparecieron prácticamente desde ese mismo instante.


Ya desde antes de la guerra conocía yo que la carne porcina tenía una acción empantanante del mesénquima y que desencadenaba efectos tóxicos, pero no sabía cómo expresarlo. Supuse en aquel entonces que este penoso hecho sólo era válido para las preparaciones frescas tales como el plato variado de fritanga, costilla, chuleta, bola de pierna, lomo etc., pero no sabía que el jamón, la mortadela, la manteca, el tocino y los productos ahumados también ejercían un efecto deletéreo para la salud.


Cometí esta equivocación debido a que el consumo de productos frescos del puerco suele desencadenar afecciones de tipo agudo tales como apendicitis, sinusitis, colecistitis y cólicos biliares, catarros intestinales, gastroenteritis con cuadros clínicos similares al tifo y al paratifo; también eczemas agudos, forúnculos, abscesos de glándulas sudoríparas y otros muchos más. Sin embargo, al observar por muy largo tiempo a los degustadores de salchichas de todo tipo, incluso salami, que también tienen componentes porcinos, no pude observar las citadas dolencias. De allí mi error.


Luego vino otro experimento involuntario a aclararme las cosas. Los años de hambre después de la guerra, obligaron a toda la población alemana a cambiar sus costumbres dietéticas. La reforma monetaria de 1948 encontró a nuestra gente bajo el régimen del más estricto ayuno de carne porcina.


El pueblo alemán vivió prácticamente sano durante los últimos años de la guerra hasta mediados de 1950; nadie podía comer hasta saciarse. La carne de cerdo era tabú. Carnes de otro tipo eran de estricto racionamiento, así como la grasa y el azúcar, en tanto que cereales, pan y pastas podían obtenerse para llenar un poco más el plato que gracias a las papas, remolachas, zanahorias y verduras frescas por lo menos apagaba el hambre aguda de la mayoría.


Los casos de apendicitis eran una verdadera rareza. Vi un par de colecistopatías severas en ciertos pacientes que “a escondidas” degollaban uno que otro marranito. El reumatismo, los problemas discales de la columna y enfermedades similares, el infarto del miocardio así como arterioesclerosis e hipertensión arterial eran lujos prácticamente desconocidos. Por otra parte a los soldados jóvenes de las fuerzas de ocupación se les agolpaba en hospitales con arterioesclerosis y demás linduras ya citadas. Las amigas y amigos alemanes de las fuerzas armadas empezaron a “comer mejor” y a engrosar la lista de los enfermos.


Poco después de la reforma económica de 1948 empezó nuestra moneda a mejorar. Por ella nos vendían carne de cerdo, jamón, así como tocino y manteca, es decir, aquellos grandes ausentes durante los últimos siete años “de las vacas flacas”. El cuadro cambió fundamentalmente. Me llamaban sin pausa a atender apendicitis, colecistitis, purulencias agudas de la piel como son piodermatosis, impétigo, furunculosis y abscesos de glándulas sudoríparas. Si les daba remedios químicos en combinación con ungüentos y sulfonamidas aparecían pronto tiñas crónicas de hongos y la más increíble gama de efectos secundarios.


Desesperante fue en los años subsiguientes la forma como aumentaron las enfermedades cancerosas. Numerosos pacientes entre los 60 y 70 años, quienes hasta el momento gozaban de relativo bienestar me buscaban por gastropatías cuya causa pudo comprobarse luego como carcinomas del esófago, del estómago o del intestino. El curso de estos casos fue tan instructivo y biológicamente significativo por su causa fundamental que empecé a obtener datos comprobatorios para mi tesis de que el origen de todas las enfermedades tienen un condicionamiento tóxico.

Mi primer trabajo sobre Homotoxinas apareció en 1952 en el semanario médico de Munich. (Münchenr Medizinische Wochenschrift).


Con el correr de los años y con el aumento de mi experiencia supimos que muchas otras enfermedades tales como artritis y artrosis también le agradecían buena parte de su existencia a la carne de cerdo. La leucorrea de las mujeres, las fístulas crónicas a partir de otitis y cirugía de mastoides, así como fracturas producidas por balazos durante la guerra, eran en parte sostenidos en su purulencia por el consumo de la carne porcina. El grupo de estos enfermos que después de años de sufrimientos, se curó definitivamente al utilizar convenientes medidas dietéticas biológicas, así como una medicación y terapia homotoxicológicas fue tan grande que cualquier colega que nos hable de coincidencias lo hace simplemente porque nada sabe del rigor con que se puede observar y actuar en tiempos de guerra. Temeroso de equivocarme, confrontaba mis observaciones con las de otros colegas pues sería una pena caer en la monomamía de culpar únicamente al pobre cerdo.


Fue así como me resolví a alimentar animales en forma estrictamente experimental. Compré toda una población de ratones blancos y empecé. El resultado lo publiqué en 1955 en mi libro “Homotoxinas y Homotoxicosis, bases para una Síntesis de la Medicina”. Editora AURELIA VERLAG, Baden Baden.


Los ratones alimentados con carne de cerdo presentaron una tendencia hacia el canibalismo. Después de algunos meses, particularmente después de un año, la incidencia de cáncer en diversas partes del cuerpo aumentó considerablemente, la presencia de dermatopatías se hizo también muy frecuente. Los ratones alimentados normalmente también enfermaron, pero la aparición de cáncer y de enfermedades mortales era mucho menor y el canibalismo igual a cero.


Con otros informes acerca de los efectos tóxicos de la carne porcina en animales pude redondear mejor la visión de conjunto. Perros Boxer, por ejemplo, si se les dá carne de cerdo enferman de eczepruriginosis y viven mucho menos en promedio, pues las enfermedades internas y la sarna que los invade suelen ser malignas y precoces. Lo mismo se afirma de animales de circo, especialmente de leones y de tigres, a los cuales si se los alimenta con cerdo se vuelven perezosos y obesos, presentan epistaxis e hipertensión. El propietario de un criadero de truchas las vió morir en cuestión de días por haberlas alimentado con fino picadillo de carne de puerco.


HOMOTOXICOLOGÍA DE LA CARNE DE CERDO.


Mi consultorio, hacia 1948 atiborrado de las más diversas enfermedades crónicas y agudas, fue útil para reunir observaciones que me sirvieron de base para desarrollar la “Homotoxicología suis”.


La carne de cerdo ha de considerarse como una homotoxina pesada (veneno humano) que conduce en el cuerpo a manifestaciones varias de defensa; dichas manifestaciones se presentan en forma de las más variadas enfermedades. Teniendo en cuenta los informes de investigaciones científicas que existen en la literatura mundial y analizándolos desde el punto de vista Homotoxicológico, tenemos que aceptar que numerosos componentes de la carne de cerdo actúan como homotoxinas, como factores de sobrecarga (stress factor) y como alergizantes de tal forma que la denominación sutoxina nos parece justificada.


Entre otras cosas se comprobó que la grasa animal exógena (es decir ingerida) se almacena en nuestro cuerpo como tal. Un perro, por ejemplo, que se alimenta con carnero contiene en sus depósitos lipídicos “la grasa del carnero” químicamente comprobable como se vé por las reacciones químicas del tejido graso subcutáneo, del yodo, etc. La sangre se inunda además con semejantes componentes grasos. Se forman macro-moléculas (“Cenapse” según MACHEBOEUF), que son medidas en la ultracentrífuga según su diversa velocidad de suspensión (medidas en unidades swedberg), y, resultan en parte responsables de la formación de la arterioesclerosis, calcificación de las coronarias, hipertensión, plétora, mala irrigación del tejido conectivo y de glándulas importantes.


Más tarde se descubrió que una alimentación tan grasa, constituye una severísima sobrecarga para el tejido conectivo.


El profesor HAUSS (MÜNSTER) informa en su libro “La Reacción Mesenquímica Inespecífica” que especialmente la gordana y el tocino empeoraban en forma severa los cuadros clínicos de sus pacientes.


El profesor WENDT de Frankfurt considera que la arterioesclerosis, la diabetes y los problemas circulatorios se deben prácticamente a la “ceba proteica”, o exceso de proteínas. Sabemos que los mucopolisacáridos, especialmente los componentes gelatinosos del cerdo llevan en esto, junto a otras carnes, la mayor culpa.


SUSTANCIAS ESPECIALMENTE NOCIVAS DE LA CARNE DE CERDO.


Surgió la pregunta de: ¿en qué consiste la diferencia entre la carne de cerdo y otras clases de carnes? Fue muy difícil obtener datos completos a este respecto pues la mayoría sólo se ocupaba de análisis calóricos. Sin embargo se pudo comprobar lo siguiente:


1. La carne de cerdo es marcadamente grasa, incluso la carne magra.


En el puerco la grasa se encuentra intra-celular, mientras que en otros animales (res, carnero) está fuera de la célula, en el tejido conectivo. En una que otra res muy vieja pueden hallarse pequeñas cantidades de grasa dentro de la célula, en tanto que en el cerdo el porcentaje es bien alto. Esto se puede ver al colocar un pedazo de carne magra de cerdo en la sartén caliente. De inmediato suelta la grasa para fritarse “en su propia salsa”.


Puesto que la grasa, “la deliciosa grasa de cerdo”, contiene el doble de calorías que los hidratos de carbono y las proteínas, lo primero que el cuerpo hace con ella es almacenarla en el tejido conectivo. Esto explica la legión de regordetes entre los comedores de cerdo. Es grasa firme y dura, difícil de desmontar. Este proceso corresponde en parte a la “ceba proteica” de la que habla el profesor WENDT.


2. La grasa siempre está asociada al colesterol.


Las macro-moléculas están cargadas de colesterol y juegan su papel en la hipertensión y en la arteriosclerosis. Se las considera factores adicionales en el infarto del miocardio y en las coronariopatías, en las afecciones circulatorias de la periferia especialmente en combinación con nicotina. ROFFO encontró colesterol en la pared de las células cancerosas.


3. Peligros especiales parten de la sustancia conectiva sulfurosa.


Aminoazúcares, condroitinsulfato, hexosamina, glucosamina, etc. todos tienen un carácter gelatinoso (mucopolisacáridos).


El embutido de untar, si es del bueno, si se deja untar y corre bien con el cuchillo es de cerdo o lo contiene en alto grado. De esto se comprende la exuberancia tipo Rubens de quienes comen cerdo y de sólo ellos. Todos presentan una hinchazón gelatinosa de su tejido conectivo que absorbe agua como esponja y les da el aspecto típico de rollizas llantas estilo cojinete. Estas sustancias se almacenan en fascias, cartílagos, aponeurosis, trayendo como consecuencia reumatismo, artritis, artrosis, problemas discales en columna, etc., puesto que las sustancias conectivas elásticas se tornan blandas y gelatinosas perdiendo resistencia.


Aquí debo nombrar los experimentos llevados a cabo por el profesor BIER, quien al inyectar Sulfur DS a sus conejillos les movilizó el azufre de los tejidos; los animales lo eliminaron y la sustancia cartilaginosa readquirió consistencia al perderlo. De dicha manera también actúan los baños sulfurosos. Un cartílago es más fuerte y resistente cuanto menos azufre contenga.


La carne de cerdo contiene mucho azufre. Esto se comprueba en los experimentos de putrefacción y descomposición en los cuales el azufre de los tejidos se degrada. Se le nota por su penetrante fetidez (H2S). Experimentos diferenciados de putrefacción con carne de cerdo, de res y de carnero dieron a conocer que la que tiene el menor contenido de azufre es la de carnero. Los recipientes con cerdo tuvieron que ser retirados del cuarto a los pocos días pues su hediondez era simplemente insoportable. La carne de res se acidificó pronto pero no hedía ni la cuarta parte. La carne de carnero aún después de tres semanas apenas si comenzaba a mostrar signos de putrefacción.

El profesor LETTRE (Patólogo de Heidelberg) pudo demostrar en base a experimentos en animales que los productos constitutivos de un tejido, cuando han sido introducidos en el organismo, y allí se descomponen o disocian, migran en un altísimo porcentaje hacia el sitio al que biológicamente pertenecen. Esto lo evidenció con elementos constitutivos de tejidos, órganos y glándulas, los cuales habían sido marcados previamente con isótopos radioactivos con objeto de comprobar la velocidad de la terapia con células frescas. He podido constatarlo en muchos de mis pacientes, pues aquellos que consumían con frecuencia la grasa del lomo presentaban casi un armazón de cebú en su nuca y espalda. Los que gustaban de la sobrebarriga eran panzudos. Quienes comían jamón portaban nalgas feamente onduladas y tendencia a los briches. Este “fenómeno” tratándose de damas, las atormentaba al máximo pero las pobrecitas eran ignorantes de las verdaderas causas del desastre.


4. La importancia de la hormona del crecimiento.


La carne de cerdo la contiene y ella viene a ser un factor inflamatorio culpable de edematizaciones tisulares a veces comprobadas e inexplicables.


Algunos investigadores están empezando a temer una cierta influencia sobre las acromegalias y las hipertrofias de todo tipo.


5. Efectos claramente pruriginosos de la carne de cerdo.


En base al contenido de histamina fluyente que viene a ser culpable de muchos procesos inflamatorios ya citados, tales como forúnculos, carbúnculos, apendicitis, colecistitis, flebitis, flujo blanco de las mujeres, abscesos y flemones, dermatopatías, urticarias, eczemas, neurodermitis, etc.


Después de la reforma monetaria traté muchas veces casos crónicos de urticaria. Se trataba de pacientes mujeres de edad avanzada, pero también niños, y casi todos respondían prontamente a la medicación con APIS a la D12 y Sulfur a la D30.


En las pacientes de edad avanzada resurgía fuertemente la urticaria cada vez que comían carne de cerdo. Sólo pude curarlas definitivamente si aceptaban y seguían el cambio de dieta recomendado.


Las inflamaciones y el prurito se deben al contenido de Histamina y de Imidazoles, por ejemplo, el Metronidazol.


Con inyecciones de Histamina es posible producir experimentalmente úlceras gástricas, prurito, inflamaciones, enfermedades alérgicas, asma, fiebre de heno, rinitis vasomotora, arritmia cardíaca e inclusive infarto de miocárdio. Los amenazados de infarto no deberían probar jamás la carne de cerdo.


6. “Factores sanguíneos“ sobrecargantes de mesénquima.


Se encuentran contenidos en gran cantidad en la carne de puerco, son muy particulares y su plena identificación aún no se ha logrado. NIEPER los denomina agentes oncogénicos, ENDERLEIN los llamó endobientos, von BREHMER siphonospora polymorfa y SCHELLER parasitantes eritrocíticos invasores.


Todavía no se sabe hasta qué punto son parecidos e idénticos los unos con los otros. SPERANSKY sospechó que ellos eran los iniciadores de los peores procesos degenerativos. La carne de cerdo es en todo caso rica en tales factores formadores de esporas, los cuales últimamente han sido catalogados como mitocondrias migrantes provenientes de células inestables descompuestas por el mero contacto con lo humores del organismo que las ingiere.


7. El virus de la GRIPE PORCINA.


Es un factor tóxico de gran importancia. Según el profesor SHOPE del Instituto de Investigaciones Virales de Londres, alcanza a pasar todo el verano en los pulmones del cerdo y practicamente se le encuentra elaborado en embutidos y salchichas. Quien coma de esta carne logra adquirirlo. Una vez en el cuerpo migra, según el Profesor LETTRE, al sitio de su pertenencia biológica, es decir, el tejido conectivo pulmonar, en donde permanece en estado de eclipse (de invisibilidad) hasta que le llegue una propicia oportunidad para su reproducción, por ejemplo, en primavera cuando hay carencia vitamínica, pobreza de sol y resfriados. Brotan entonces las epidemias de gripe viral. Quiero recordarles la epidemia de gripe aparecida después de la Primera Guerra Mundial que cobró casi más víctimas que la misma guerra. El pueblo alemán completamente hambreado fue inundado con tocino americano como primer alimento dizque necesarísimo para cubrir el enorme déficit calórico de aquel entonces.


Observaciones muy similares pude hacer luego en los largos años de mi experiencia como médico. Recuerdo los muchos noviembres en que eran vendidas en Alemania centenares de miles de conservas canadienses de carne porcina. Al terminar el invierno empezaban las epidemias de gripe “como por encanto”. Los pueblitos mahometanos que realmente se ciñen a la prohibición de carne de cerdo tienen como es sabido una incidencia pobrísima de epidemias virales de gripe. Claro que tales epidemias también pueden provenir del consumo de carne de caballo, la cual puede estar apestada con el virus.


Principales enfermedades y fases que surgen al ingerirlas.


1. Colesterol:

a.- Macromoléculas cargadas de colesterol en la sangre. (hipertensión, arterioesclerosis, plétora).

b.- Colesterol en las paredes de células cancerosas (Roffo) (Fases de neoplasma)


2. Histamina e Imidazoles:

a.- Sustancias pruriginosas. (Urticaria, herpes, dermatitis, eczemas, etc.)

b.- Inducen procesos inflamatorios. (Forúnculos, carbúnculos, apendicitis, colangitis, colecistitis, tromboflebitis, flemones, flemón albus, etc.)


3. Hormona del crecimiento:

Activa la inflamación y el crecimiento.(Adiposidad, Acromegalia, fases de neoplasma)


4. Sustancias sulfurosas:

Mucopolisacáridos de carácte