En 1954, el investigador y cirujano ortopédico japonés Iwao Yasuda, descubrió que en los huesos lesionados, se presentaban corrientes eléctricas endógenas que son las responsables de disparar los mecanismos de reparación del hueso lesionado. Basándose en esto, Yasuda y el físico japonés Eiichi Fukada descubrieron que la compresión de huesos puede generar una tensión eléctrica.

 

Posteriormente, los estadounidenses Robert Becker, Andrew Basset y Carl Brighton también comunicaron el mismo fenómeno en hueso fresco sometido a compresión mecánica. Se llegó a conclusiones similares en estudios hechos en colágeno y tejido cartilaginoso. Este fenómeno es similar al efecto piezoeléctrico que descubrieran en 1881 los franceses Pierre y Jacques Curie. También se observó que la aplicación de estimulación eléctrica externa, favorece la reparación de tejido óseo y blando, naciendo de esta manera la terapia de electroestimulación.